LA NOCHE DE LOS NAHUALES || SALA DE CRISIS: DOS BRAVUCONES Y 12 DÍAS DE GUERRA
LA NOCHE DE LOS NAHUALES
Benjamín M. Ramírez
Desde tiempos inmemorables, incluyendo el relato bíblico de Caín y Abel, el hombre ha dejado a la guerra como el primer y único recurso para sanear sus diferencias. La guerra es, y ha sido, el motor del desarrollo de los pueblos. Se vive para matar, se mata para vivir.
La enemistad entre árabes y judíos tiene su origen en la promesa divina de darle al padre Abraham una descendencia infinita como las estrellas del cielo o las arenas del mar. Y ante la imposibilidad de Sara de darle al padre de la fe un hijo, esta le propuso a su marido, ya anciano, que tomara como mujer a su esclava a Agar, quien concibió a Ismael, el padre de los hijos del desierto.
Ismael también fue considerado por Dios como parte de las promesas de Abraham. “Él será un hombre feroz, que se levantará contra todos y todos se levantarán contra él, y plantará su tienda desafiante frente a la de sus hermanos” (Gén. 16, 12).
La enemistad entre árabes y judíos no es nueva y todavía quedará como herencia para la posteridad. Las tensiones entre ambas culturas, dos diferentes cosmovisiones, dos regímenes distintos, solo podrán resolverse por la fuerza, la brutalidad de las armas y las consecuencias de un conflicto bélico, en una delgada y frágil línea roja, al borde de una confrontación nuclear.
Los doce días de guerra que ha durado —hasta hoy— el enfrentamiento entre el régimen sionista y el de los ayatolas, ha entrado en la fase de un alto al fuego exigido por el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, D. Trump. Incluso hasta este martes en las primeras horas todavía se registraba actividad de bombardeos entre las naciones beligerantes. El camino de la guerra es un camino errado y tal parece que el hombre aún no aprende las lecciones de las dos últimas confrontaciones mundiales.
Hasta estos momentos Irán se alza con el puño en alto declarando un triunfo de la nación persa sobre el régimen sionista: —sufrió un severo e histórico castigo, — declaró el presidente de Irán.
Ojalá y las ambiciones de los países más poderosos del planeta puedan emplear la diplomacia y el diálogo para dirimir sus diferencias.
Ojalá y el llamado de la paz suene con mayor estridencia que la fuerza y el impacto de las bombas.
Ojalá la sangre y las muertes de los inocentes clamen desde la tierra hasta el cielo exigiendo justicia.
Ojalá y los poderosos no jueguen a la guerra, anteponiendo obscuros intereses mercantiles por encima de la dignidad, los derechos humanos y el deseo de todos para vivir en paz.
Mientras la tregua, el cese al fuego y el fin de la confrontación bélica, al parecer, llega a su fin los países que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, están siendo obligados a elevar sus gastos de defensa con el 5% del PIB. Nos armamos para atacar, no para defender, quizá sea la consigna.
Ante los eventos registrados en medio del conflicto entre la antigua nación persa de Ismael e Isaac los llamados a la paz y al diálogo por parte de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, tal parece que no fueron escuchados.
Al igual que la extinta Liga de las Naciones, también conocida como la Sociedad de Naciones, fundada en 1919, como parte de los Tratados de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, la ONU está condenada a desaparecer por su complicidad, por el silencio, por su ominosa maniobra para hacer un llamado a la paz y resolver los conflictos con sus vanos esfuerzos entre las naciones en pugna.
Tal como se enuncia en la película “Escándalo en la Casa Blanca” (Wag de Dog): —¿Qué se necesita para salvar al presidente del escándalo? —No hay nada que pueda salvarlo. Necesita una guerra.
Y Trump jugó a la guerra. Una guerra de doce días. Con la muerte de inocentes y millones de dólares que se gastaron en la escala de la guerra. Porque es la guerra el primer y único recurso para construir el camino hacia la paz.
Sigamos construyendo la cultura de la paz de las naciones desde nuestros hogares. Paz entre los hombres de buena voluntad.