Alicia Bárcena: ¿la Semarnat o la ONU? || Transiciones

Por: Dr. Ricardo V. Santes Álvarez

Avanzado el primer cuarto del siglo XXI, somos testigos de que la humanidad poco ha aprendido de sus yerros. El sello de los tiempos es la incertidumbre generalizada de cara a las conductas de gobiernos poderosos, generadores de conflictos armados que impactan grandes regiones geográficas y causan la pérdida de numerosas vidas. Las tragedias en Ucrania y Medio Oriente figuran entre las más sonadas. La ambición por el control lleva a los pudientes a soslayar cualquier cavilación sobre el daño que ocasionan. Los negativos acumulados ponen al mundo en un trance de pronóstico reservado, sin que una instancia reconocida, como la mismísima ONU, sea capaz de brindar una solución viable. El secretario general, Antonio Guterres, ha tenido un papel mínimo en cualquier intento por frenar los conflictos; es patente que esa organización ha quedado rebasada y se enfrenta a la disyuntiva de reformarse con un cambio de timón o perecer.

En otro lado del espectro, reconocemos que las actividades humanas han impactado el equilibrio de los ecosistemas a lo largo del tiempo. En México se documenta la existencia de problemas como contaminación del aire; degradación de suelos y cambios forzados de su vocación; actividad industrial descontrolada, que afecta la salud de la población y la naturaleza; pérdida de biodiversidad; escasez, sobreexplotación, y contaminación de aguas. Lo anterior significa que las dependencias responsables de los asuntos ambientales del país han tenido desempeños limitados, ineficaces. En el orden federal, la Semarnat ha sido más consecuente con los objetivos económicos que con el equilibrio ecosistémico; por larga data ha adolecido de liderazgos que soslayan los compromisos para con la protección y conservación de la naturaleza y sus recursos.

A partir de 2018 administraciones federales progresistas han pretendido priorizar el cuidado y la protección de la naturaleza, reconociendo las condiciones de emergencia ambiental de diferentes regiones. Pero revolucionar la política implica cambios difíciles en ámbitos donde se mantienen inercias vetustas del quehacer público. Con todo, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum propone avanzar en ese rubro, manteniendo la rectoría del sector energético en el contexto del desarrollo sostenible, lo que se traduce en medidas a favor de energías renovables. Asimismo, el tema del agua está en la agenda: proteger y sanear cuerpos de agua, y encaminar una cruzada de revisión de concesiones.

El impulso a la política ambiental parece estar garantizado con la presencia de Alicia Bárcena como titular de la Semarnat. Se trata de una persona conocedora de la problemática, lo que hace abrigar esperanzas de que esta vez la dependencia rendirá buenos frutos. En adición, posee un bagaje diplomático que le permite interactuar en círculos políticos y económicos internacionales, generando acuerdos e incluso consensos.

Y de esto último surge la pregunta sobre si Alicia Bárcena continuará al frente de la Semarnat o presentará su candidatura a la Secretaría General de la ONU a partir de 2027. Ha manifestado ese interés, aunque ha declarado que hoy su compromiso está con la mejora ambiental del país; sin embargo, la posibilidad de plantarse mañana en un foro mundial de gran relevancia no está descartado. La decisión está en manos de la titular del poder ejecutivo; ojalá que sea la que más convenga a México, porque el deterioro de sus ecosistemas no debe continuar si es que aspiramos al desarrollo sostenible.

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