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Transiciones || Por Víctor Alejandro Espinoza

Doble desafío

El sistema político presidencialista entra en tensión en cada proceso de sucesión. Y no me refiero exclusivamente al relevo del presidente de la Repúblico, sino también, aunque en menor medida, ocurre en las sucesiones de gobernadores y alcaldes. Pero es desde luego el cambio de estafeta en el Poder Ejecutivo federal el que concita mayor interés, importancia y morbo.

En la segunda mitad del gobierno en turno, empiezan los reacomodos de las diferentes fuerzas sociales y grupos, al interior de dicho gobierno y en el partido del presidente en turno. Parece inevitable, pero se dimensiona por el tipo de régimen político que tenemos. Y en esta ocasión, por el momento que vive Morena.

La sucesión del Poder Ejecutivo en México ha sido muy complicada para los presidentes que terminan su periodo. Ha habido, hasta ahora, momentos trágicos en la historia. Por ejemplo, recordemos el asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994. Los grupos al interior del Estado pugnan y luchan para que su candidato sea el elegido. Pero sobre todo el titular del Ejecutivo tiene las riendas del proceso y busca la continuidad de lo que considera ha sido su proyecto y quien preserve su legado, pero sobre todo que le cuide las espaldas a su salida y esté de acuerdo en un pacto de impunidad.

Será la primera ocasión que el sucesor salga de un partido que no es el PRI o el PAN. Es, a su vez, la sucesión de un presidente como Andrés Manuel López Obrador, que plantea una nueva forma de ejercicio del poder y por ende de designación de su sucesor. Casi estoy seguro que su sucesor o sucesora saldrá de su gabinete, así hayan alzado la mano algunos otros personajes, sobre todo del Congreso de la Unión. Pero considero que no será fácil la decisión. En este renglón, la pregunta es si el candidato(a) de Morena será designado exclusivamente por AMLO, como lo hicieron quienes le precedieron. ¿Romperá la regla AMLO y permitirá que sea el partido quien elija aun cuando no fuera su preferido(a)? Preguntas complicadas para quien pregona un nuevo estilo personal de gobernar.

El otro desafío, quizás mayor, sea lo que sucede al interior del partido en el poder: Morena. Con una baja institucionalidad y definido en la realidad más como un frente que agrupa grupos y corrientes que cubren incluso todo el espectro ideológico, con alianzas hechas para ganar elecciones; enfrenta el enorme desafío de convertirse en un partido donde los principios de izquierda sean los dominantes. Morena enfrenta los problemas de su origen y vertiginoso crecimiento. Constituido en 2014, recibió a ciudadanos de todas los orígenes políticos e ideológicos. Se sumaron luchadores comprometidos con un proyecto de cambio de régimen político, pero también arribistas y oportunistas, que juraron cumplir con la declaración de principios pero que lo único que buscaban eran una postulación para un cargo. No es necesario ni mencionarlos, todos conocemos a un personaje de esta calaña.

Pero ahora Morena enfrentará la primera sucesión presidencial como partido en el gobierno. Sabemos que los métodos de designación durante el proceso electoral 2021 no dejaron satisfechos a la mayoría de sus militantes. La designación de las candidaturas a través de encuestas opacas, donde no se difundió la metodología ni los resultados y que hoy sabemos solo fue un insumo para que la dirigencia decidiera, es una vía muy cuestionable para nombrar al candidato presidencial. Morena se encuentra contra reloj: debe consolidarse como un verdadero partido político de izquierda en un plazo muy corto para enfrentar la sucesión. Hay algunas personalidades que plantean la necesidad de un Congreso donde afloren las afinidades hacia las corrientes ideológicas y haya una fuerte vinculación con los principios de una izquierda democrática y moderna. Morena no puede seguir postulando a candidatos(as) de muy dudosa reputación y origen.

Los dos desafíos son enormes y de ellos parece depender en mucho la continuidad de un proyecto de transformación del país y de su régimen político. Si Morena no avanza rápidamente en sus procesos de institucionalización como partido de izquierda y no define con claridad el método de selección, la decisión recaerá exclusivamente en AMLO. Son dos procesos imprescindibles para la continuidad del proyecto de cambio post neoliberal. Un partido fuerte de soporte al presidente y un Ejecutivo que se apoye en su partido. Mientras no transitemos a un régimen semi presidencialista, la responsabilidad mayor de la sucesión seguirá en la cancha del presidente.

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