Diputadas y diputados aprobaron con 416 votos, el proyecto de decreto que declara el primero de diciembre de cada año como el “Día Nacional de las y los Alfareros”, y lo remitió al Ejecutivo Federal para sus efectos constitucionales.
El documento expone que el día propuesto está relacionado con la vida y obra de Juan Quezada Celado, maestro alfarero del poblado de Juan Mata Ortiz, en Chihuahua, reconocido como uno de los principales centros de producción de cerámica del norte de México y sur de Estados Unidos.
Quezada ha sido iniciador y creador de este movimiento inspirado en la cultura prehispánica de Casas Grandes, Paquimé. Con su ingenio reinventó una técnica, un estilo, instrumentos y métodos que le han devuelto vigencia a esta estética antigua; decidió compartir sus conocimientos con la comunidad, que se transformó de un pueblo agrícola en un centro artesanal reconocido internacionalmente, añade.
La enseñanza de Quezada permitió que artesanos aplicaran la técnica de enrollado y apretado, utilizando materia prima local y estiércol, cortezas y madera como combustible para su cocción. Sus piezas se han exhibido en museos de Arizona, California y Nuevo México y es conocido también como el padre de la cerámica en Chihuahua.
Quezada Celado fue un alfarero de talla internacional, ganador del Premio Nacional de Artes en el campo de las Tradiciones Populares de 2015 y falleció en un accidente el 1 de diciembre de 2022.
El dictamen a la minuta hace notar que la alfarería es un arte popular que persiste hasta nuestros días, gracias a las y los maestros artesanos que impulsan su continuidad, por lo que, a través de esta declaratoria, “buscamos contribuir a su difusión, promoción y prevalencia como una expresión de la cultura mexicana a través de los tiempos”.
No obstante, reconoce que la alfarería se enfrenta en la actualidad a diversas adversidades como lo es industrialización; sin embargo, el producto tradicional tiene cualidades insustituibles como, por ejemplo, el sabor que aporta a los alimentos o al agua conservada, así como originalidad de las piezas artesanales. Por ello, la alfarería artesanal ha subsistido, formando parte de nuestros orígenes y es invaluable testigo de nuestra historia.
En México, la alfarería cambia de región en región, y varía desde la materia prima, la quema, las técnicas de elaboración, su comercialización, hasta sus diseños y decoración. De acuerdo con la Secretaría de Economía la fuerza laboral de las y los alfareros en 2025 fue de más de 48 mil personas con un salario promedio de $4,300 pesos trabajando 35.7 horas a la semana. La edad promedio de las y los alfareros es de 41 años, cerca del 60 por ciento son hombres, puntualiza.
Es un lenguaje cultural propio
La diputada María del Rosario Orozco Caballero (Morena) expuso que la talavera es un oficio de expresión emblemática de la alfarería, la cual ocupa un lugar de especial relevancia; hablar de las y los alfareros, es referirse al origen de la cultura y de la manos de quienes desde tiempos ancestrales transforman la tierra en vida, el barro en historia y la arcilla en memoria colectica.
Subrayó que no se trata únicamente de una técnica ancestral o de un oficio transmitido en el seno familiar, sino constituye un lenguaje cultural propio, una manifestación histórica que ha acompañado a las comunidades desde antiguos tiempos y que hoy continua viva, dinámica y vigente, enriqueciendo la memoria colectiva y la economía de las regiones.
La alfarería –añadió– ha sido un medio de creación simbólica y de utilidad cotidiana. “Hoy rendimos homenaje a quienes han hecho posible que esta tradición milenaria siga respirando en cada rincón del país. En cada pieza hay tiempo, identidad y amor por la tierra. La alfarería mexicana resiste frente a la industrialización, frente al olvido y frente a la producción en serie que amenaza con borrar lo auténtico”.


